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Creación del Cementerio de la Chacarita

SUCESO GARDELIANO N°31 - 14/04/2021

CREACIÓN DEL CEMENTERIO DE LA CHACARITA

Creado en 1871 en tiempo récord, en razón de la fiebre amarilla que azotó Buenos Aires, hoy a 150 años de su fundación una nueva pandemia nos recuerda la breve distancia entre la vida y la muerte.

La muerte despierta dudas, temor y curiosidad casi por partes iguales. Asomarse al lugar donde se encuentran los que ya no están constituye una experiencia especial. Obras de arte arquitectónicas, esculturas, historia y personajes ilustres: todo eso se condensa en el Cementerio de la Chacarita. Emplazado en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, y en el barrio que le da nombre, el cementerio, territorio de la cultura urbana y resguardo de nuestra identidad e historia, es el más grande de la Ciudad, con sus 97 hectáreas rodeadas por galerías, cercadas por imponentes murallones que parecen dividir la vida de la muerte; esta frontera separa, en gran parte, a las personalidades que descansan allí y que construyeron nuestra sociedad, quienes forjaron nuestra identidad y son parte de nuestra historia, del resto de la ciudad.

Terrenos y capilla de cremación cementerio de la Chacarita.

Creado el 14 de abril de 1871 en tiempo récord, en razón de la epidemia de fiebre amarilla que azotó a la ciudad, ya que los cementerios existentes no daban abasto. Con la Ley  de la creación del cementerio de la Chacarita que legisló su uso, se sientan las normativas legales relacionadas con todos los cementerios. Esta ley resume todo lo que los higienistas exigían en materia de entierros: una localización extramuros e inhumaciones de acuerdo a los criterios del momento. Se establece, además, la necesidad de un cordón verde de árboles altos, que contuviera los “miasmas”. La experiencia porteña se difunde a nivel país y se acepta como criterio general esta concepción indiscutida que en el siglo XX pierde vigencia a partir de las nuevas teorías médicas. Con el correr de los años los cementerios públicos, que se desarrollaron en las periferias urbanas, terminaron incorporados a la trama de las ciudades.

Fiebre amarilla en Buenos Aires.

Los terrenos elegidos fueron expropiados a la orden Jesuítica por el virrey Vértiz, quien dispuso la fundación del Real Colegio Convictorio de Buenos Aires, con un concepto casi revolucionario en materia de educación y que hoy conocemos como el colegio Nacional Buenos Aires. La orden tenía instalada en estos terrenos ubicados en las afueras de la ciudad, una chacra donde cultivaban verduras, legumbres y tenían animales para su manutención, por lo que el lugar, desde entonces, era conocido como «la chacrita» o la «chacarita de los colegiales»; nace del diminutivo de Chácara o Chacra, voz quechua que significa «granja», «quinta» o «fundo».

En un principio se destinaron cinco hectáreas de tierra para los fallecidos por este nuevo flagelo. Ese lugar se conoció popularmente como Cementerio Viejo pero colmó rápidamente su capacidad y fue clausurado. A partir de 1887, las inhumaciones comenzaron a realizarse en el cementerio Chacarita la Nueva, por lo que los cadáveres fueron exhumados del viejo cementerio y llevados al osario general del nuevo. El 30 de diciembre de 1896 se denomina a este cementerio como Cementerio del Oeste, pero como todavía era conocido como Cementerio de la Chacarita, una ordenanza del 5 de marzo de 1949 lo renombra de esa forma.

Tras el enorme caudal de decesos se creó el Tranvía Fúnebre, que fue utilizado para llegar al cementerio, y se inauguró la llamada Estación Fúnebre en la intersección de las calles Bermejo, actualmente Jean Jaurès y Avenida Corrientes, donde se recibían los ataúdes. 

El cementerio contaba con condiciones de higiene mínimas y sumado a la gran cantidad de víctimas que causó la epidemia, se llegaron a inhumar 564 cadáveres en un día y según testimonios en un día murieron 14 empleados. Pero los olores y la falta de salubridad molestaban a los vecinos del barrio. Por esta razón el cementerio fue clausurado en 1875, pero siguió funcionando hasta el 9 de diciembre de 1886, cuando se lo clausuró definitivamente.

Estación y Tranvía Fúnebre.

El cementerio de la Chacarita es el más cosmopolita de la ciudad, pero no se muere ni se es sepultado de la misma manera en los diferentes niveles sociales, mucho menos en una sociedad donde los fuertes valores jerárquicos se han instalado. Si hablamos de la arquitectura, los mausoleos y las tumbas que se encuentran en el interior contienen formas arquitectónicas y estilos muy diversos, conviviendo así todas las clases sociales, desde las más básicas hasta las más lujosas y ostentosas, convirtiéndose en un aspecto esencial de la necrópolis. Capillas familiares, mausoleos, estatuas majestuosas, herrerías artísticas, se multiplicaron como intentando competir entre otros sepulcros, quizás como una forma de alcanzar la inmortalidad.

La fachada del cementerio se basó en influencia griega, su entrada es de orden dórico griego logrando así la armonía y belleza clásica, utilizada en la Grecia continental desde el siglo VII a. C. y en el sur de Italia. Esto se hace notar en sus abundantes columnas robustas, fuste con surcos pronunciados y terminación puntiaguda; los capiteles sobrios sin decoración y sin basamento alguno en el extremo inferior. En el entablamento se pueden apreciar los triglifos y las metopas intercalados en el friso. Ubicado en el frontón se hace notar un relieve representando a Dios, custodiado por cuatro ángeles, bajando al mundo de los vivos para proporcionarles su misericordia y yendo a buscar a los muertos. Este relieve posee una fuerte influencia helenística (posteriormente desarrollada por los griegos). Coronando la cima aparece una escultura en representación del Arcángel Gabriel sosteniendo su trompeta y señalando al cielo donde se encuentran los aposentos de Dios, que también posee estilo griego helenístico que se nota en el movimiento del ropaje y la animación de su rostro.

Foto frente Cementerio de la Chacarita, 1886. Arq. Ing. Juan A. Buschiazzo.

Desde julio de 2016, el Cementerio fue modificado perdiendo el sector histórico conocido como ANEXO 22, ubicado sobre la avenida Elcano. Para ello demolió los históricos nichos de fines de 1800, que estaban dentro y debajo del histórico paredón que había sobre la Avenida y exhumaron cientos de cadáveres NN que estaban en las 3 hectáreas donde se construyó la nueva plaza, la cual fue bautizada como «Plaza Elcano» o como la llama la gente «Plaza del Horror», se ubica no solo sobre los restos de cientos de porteños, sino también al lado de la Cámara Frigorífica del Cementerio. 

Es bien sabido que de la historia y las tradiciones de una comunidad surgen su idiosincrasia, sus expresiones artísticas y aquellas que han sabido valorar su importancia hoy pueden enorgullecerse de un patrimonio material e inmaterial que tiene la capacidad de generar riqueza para la comunidad. Cada año el cementerio recibe a cientos de visitantes y turistas que se pierden en su tranquilidad, rodeados por sus joyas artísticas, que visitan las tumbas de celebridades y personalidades, testigos de la vida porteña. El turista que se anima a recorrer este particular paseo puede visitar las tumbas de personajes tan ilustres como Carlos Gardel, Jorge Newbery, Benito Quinquela Martín, Luis Sandrini, Pugliese, Troilo, Goyeneche, Gilda, Cerati, así como numerosas figuras de la política, del deporte y la cultura argentina. Muchas de ellas se encuentran en panteones privados, como los de la Asociación Argentina de Actores, Sadaic (destinados a actores y músicos), el Panteón Militar o el Panteón Naval (pertenecientes a las Fuerzas Armadas), mientras que otros se encuentran en sepulturas individuales. 

Desde su construcción en 1937 el mausoleo de Carlos Gardel, coronado por una estatua a tamaño real, es el mausoleo más visitado de la Chacarita por turistas de todo el mundo. Y cada 24 de junio sus devotos seguidores reviven su gesta, recordándonos que su espíritu sigue vivo y que el cementerio es el lugar donde descansan sus restos eternos.

Gardelianos recordando a Gardel 24-6-2019

PATRIMONIO, CULTURA E IDENTIDAD

Los enfoques actuales en materia de patrimonio cultural hacen hincapié en la idea de que el patrimonio no existe en la naturaleza, sino que se trata de una creación humana que se construye socialmente, inducida desde recortes ideológicos y legitimada luego por el cuerpo social. En este contexto, el patrimonio se convierte en un referente esencial de la identidad cultural de la comunidad. 

Los cementerios son parte del patrimonio tangible e intangible de una comunidad como representación de los valores e ideologías, sustentados en sí mismos, más allá de su función específica, son un lugar de memoria que resguarda el pasado y permite la construcción de una conciencia histórica en permanente actualización.

Las culturas engendran modos diversos de pensar la muerte y los espacios funerarios albergan y encarnan estas cosmovisiones y sus materializaciones. El hombre es la única especie que en los cementerios, territorios de memoria urbana e identidad, entierra a sus muertos y los deposita en edificios o lugares expresamente realizados para ello; la ubicación de las sepulturas, así como las formas de las mismas, son parte de los ritos funerarios de cada sociedad, la cual está influenciada por la religión que cada individuo o comunidad profesa, así como su relación con los centros urbanos. La vida social y cotidiana también ha ido mutando con el transcurso de la historia, pero nunca estos cambios fueron tan violentos como en los momentos que estamos viviendo, no solo afectaron expresiones superficiales, sino que revelan transformaciones de las ideas que el hombre construye sobre sí mismo, sobre los otros, sobre la naturaleza, sobre sus concepciones filosóficas, políticas, sociales y económicas. 

Todos aquellos que nos precedieron merecen nuestro respeto y reconocimiento, porque son parte de una historia que aún vive en nuestras expresiones culturales y, aunque las costumbres han cambiado en la sociedad porteña y se han perdido muchas tradiciones, algunas son muy importantes y merecen ser recuperadas, sobre todo aquellas que, si desaparecieran directamente atentarían contra nuestra identidad, contra nosotros y el paso a la eternidad.

Para conocer leyendas, mitos e historia del Cementerio se puede participar de las visitas guiadas gratuitas, que en la actualidad están suspendidas por protocolo de COVID19.

 

Walter Santoro

Fuentes: página Cementerio de la Chacarita Gobierno de la Ciudad de Bs. As.