1931 Filmación en Joinville

Dos satisfacciones se grabaron poderosamente en su memoria. En Niza compartió cartel con la famosa Mistinguett y conoció a Charles Chaplin, sin dudas, la gran figura cinematográfica del momento. El otro grato acontecimiento fue la visita de su entrañable amigo Irineo Leguisamo en el lujoso Hotel Negresco.
En mayo, en Joinville, en las afueras de París, bajo la dirección del chileno Adelqui Millar, filma “Luces de Buenos Aires” y firma contrato por otras dos películas. Realiza una breve serie de grabaciones en París.
A su regreso, se vincula con Armando Defino a fin de que se haga cargo de sus finanzas. Actúa en el teatro Broadway y es criticado por interpretar canciones internacionales y en napolitano. Después de volver al escenario del Artigas de Montevideo, donde es frenéticamente aclamado, y realizar una nueva serie de grabaciones, se embarca en el “Conte Rosso” para reencontrarse, otra vez, con Europa.

El año lo sorprendió en la Costa Azul. Allí vivió dos satisfacciones que se grabaron poderosamente en su memoria. Actuando en el Palacio del Mediterráneo de Niza, en pleno invierno europeo, y compartiendo cartel con la famosa Mistinguett, Gardel conoció y trató personalmente a Charles Chaplin, sin dudas, la gran figura cinematográfica del momento. El otro acontecimiento grato le ocurrió en el lujoso hotel Negresco de Niza, todavía hoy uno de los más importantes de la sofisticada región, lugar donde se hospedaba Gardel y claro significante de la buena vida paralela a su prestigio que llevaba el cantor. Allí lo visitó su entrañable amigo Irineo Leguisamo.

Por esos días, Gardel sufrió un contratiempo que, de todas formas, no empañaba su labor: disintió con el guitarrista José María Aguilar, quien abandonó la tournée y retornó a Buenos Aires en el Conte Verde.

De los dos encuentros anteriores, el más trascendente en lo profesional fue incuestionablemente el que tuvo con Chaplin, de quien pudo extraer una pequeña experiencia que días después le serviría de mucho al firmar contrato el “día del trabajo”, en París. Contrato que lo comprometió a filmar con la Paramount “Luces de Buenos Aires”, film del que el propio Gardel fue inspirador junto con los autores teatrales (y guionistas de la película) Manuel Romero y Luis Bayón Herrera, que se encontraban en ese momento en la capital francesa cumpliendo una gira artística con la Compañía de Revistas Porteñas del teatro Sarmiento de Buenos Aires. El film se realizó recién en mayo, en Joinville, en las afueras de París, bajo la dirección del chileno Adelqui Millar.

Como el film estaba ambientado “a lo argentino”, intervinieron también Pedro Quartucci, Gloria Guzmán y Sofía Bozán, de la misma troupe de Revistas Porteñas, a los que se sumaron Julio De Caro, Vicente Padula, Carlos Baeza y otros artistas de menor relieve, que se hallaban en ese momento trabajando en París, hecho que favoreció a la producción que solamente los contrató por los 22 días que duró la filmación. Luego de “Luces de Buenos Aires”, Gardel permaneció en París y firmó contrato por otras dos películas por 600.000 francos.

El éxito lo atrapó por varios meses, en los que desplegó una actividad generosa y aplaudida. No solo grabó el vals “Deja” y la canción “Folie”, sino que cumplió con una actuación notable en el Palace de la “Ciudad Luz” y realizó audiciones del mismo calibre en el Armenonville, donde lo escuchó un auditorio de lujo, ministros incluidos.

El 9 de julio, luego de que en el departamento del actor Enrique De Rosas casi todos los argentinos de aquella filmación festejaran la fecha patria, Gardel concurrió acompañado de Julio De Caro al hipódromo de Longchamps, donde tuvo suerte diversa. Pero el día no terminó allí; por la noche, invitado por el embajador argentino en Francia, Dr. Le Bretón, intervino (Julo De Caro también) en un acto en la Sorbona. Claro que con mejor suerte: todos los aplausos fueron para le chanteur argentin. Con Barbieri y Riverol, y casualmente con Gloria Guzmán, Gardel regresó a la Argentina el 20 de agosto, en una fría madrugada, en el “Conte Verde”.

Es en este arribo que Gardel anuncia su intención de volver pronto a París para seguir filmando. Pero también se sentía seducido por la idea de actuar en el Broadway, en Corrientes 1155, cosa que finalmente hizo en septiembre, con algo muy curioso de por medio: cantó una canzoneta al estilo napolitano.

En los días siguientes, algunos roces con Razzano lo decidieron a pedirle a Armando Defino que se hiciera cargo de sus finanzas. Viajó a Montevideo para actuar en el teatro Artigas y, a fines de octubre, se embarcó en el “Conte Rosso” para reencontrarse, otra vez, con Europa. Esta vez lo hizo sin los guitarristas: en principio pensaba descansar.

El 11 de septiembre se presentó en el Teatro Broadway y luego de interpretar algunos tangos cantó en napolitano la canción “Como se canta en Nápoles”. Unos días después, el Malevo Muñoz, un periodista del diario Crítica, escribió un artículo criticando a Gardel que tituló “Che Carlitos… largá la canzoneta”. Sin embargo, el director Gregor Kalikian, que se hallaba casualmente en Buenos Aires, defendió a Gardel sin comprender las críticas, afirmando que iba “a dar a su arte la expansión necesaria para lograr categoría de cancionista internacional”. Gardel, adelantado como siempre, incorporaba nuevas canciones a su repertorio, ampliaba sus horizontes musicales, pero claramente iba más rápido de lo que una sociedad tradicionalista, como era la de Buenos Aires en aquel momento, alcanzaba a valorar en toda su dimensión.